Manejo de
conflictos, aprendizaje para vivir mejor
Es propio de la interacción
humana las diferencias, el choque de opiniones y el contraste de criterios. El
conflicto es inherente a las personas y cuando se evita a toda costa se está
cerrando una gran oportunidad de aprendizaje y mejora, entre otras cosas. De
otro lado, cuando al conflicto no se le da el tratamiento adecuado, causa
bastante daño y en lugar de construir, puede destruir intensamente, muchas
veces ocasionando daños irremediables.
Así pues, se debe aprender a enmarcar el
conflicto dentro de un debate respetuoso, compuesto de argumentos de peso, para
finalmente alcanzar una negociación de ganar-ganar. Siendo el conflicto una
realidad cotidiana, se convierte en una necesidad comprender su dinámica y la
forma de resolverlo de la manera más asertiva posible.
El
conflicto en las relaciones humanas
En cualquier ámbito de desarrollo
de la persona -social, laboral, familiar, matrimonial- se van a presentar
contrariedades, por el solo hecho de que somos seres únicos, en donde cada
quien tiene un modo diferente de ver y afrontar las situaciones. Por esto
mismo, hablar de un estado nulo de conflictos, es una utopía.
Evitar totalmente el conflicto
tampoco es una solución sana. El ser humano necesita expresarse, pues cuando se
represan los sentimientos, tarde o temprano saldrán a la luz y hay bastantes
probabilidades que cuando esta carga emocional explote, no se exteriorice de la
manera más adecuada.
No obstante, a sabiendas de la
importancia de su manejo, algunas veces las cargas emocionales negativas
dominan las situaciones y hacen que se torne en una guerra de intereses que
deteriora la relación y afecta notablemente a sus implicados. Cómo hacer para
no llegar a este punto crítico, es la clave. Las siguientes reglas de oro,
facilitan herramientas para afrontar los conflictos de la mejor forma.
Reglas de
oro para el manejo de conflictos
- Respeto y más respeto: este valor es definitivo en el contexto del conflicto. Cuando se falta al respeto, ya sea con gritos, insultos, malas palabras, acusaciones fuertes, etc. difícilmente se llevará a un buen término la negociación.
- La forma de decir las cosas: es
un complemento del punto anterior. La mayoría de las veces, la forma
determina el cauce del conflicto.
Escucha activa y permanente: en ciertas ocasiones es tanta la ira que la persona no se permite escuchar, cuando es aquí donde más se necesita prestar atención a los sentimientos del otro. - Validar al otro: demostrar que está escuchando, que lo respeta, que le da la importancia que merece, aunque no esté de acuerdo con él/ella o no comparta su misma teoría
- Autocontrol: dentro del conflicto es posible que aparezcan elementos como la rabia, la soberbia, el orgullo, el egoísmo… los cuales sesgan la información, entorpecen la comunicación y dificultan el hallazgo de las soluciones
- Actitud flexible: no cerrarse ni negar las posibilidades de abrir el horizonte. No todas las veces se tiene la razón y habrá que reconocer que hay que mejorar en ciertos puntos débiles
- El momento adecuado: algunos conflictos no surgen espontáneamente sino que existe una predisposición o alguna clase de planeación. De ser así, se tendrá que elegir el momento en que las partes se encuentren en estado de tranquilidad, recordemos que los períodos emocionales alterados no son los precisos para llegar a un acuerdo.
- Proponer y buscar soluciones: de un conflicto siempre deben surgir soluciones, pues de lo contrario no se logrará sanar el problema de raíz y lo más seguro es que se vuelva a repetir.
"Las
personas efectivas no se orientan hacia los problemas, sino hacia las
oportunidades". Stephen
R. Covey
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